lunes, 14 de febrero de 2011

Las Grutas: encuentros cercanos


Nota que se publicó el 13-2-11 en el Suplemento de Turismo del diario La Capital de Rosario

Desde hace algún tiempo ya no es necesario ir a la provincia de Chubut y adentrarse en la Península Valdés para observar pingüinos, lobos marinos, ballenas, gaviotas, guanacos y alguna que otra orca tratando de alimentarse cerca de la costa. Desde el balneario Las Grutas, en la provincia de Río Negro y a 1.140 kilómetros de Rosario, es posible conocer un lugar salvaje, donde muy pocos humanos pueden llegar para realizar los inolvidables avistamientos.
En 2008, más de 10.000 pingüinos de Magallanes fueron descubiertos en La Pastosa, un pequeño islote perteneciente a la Reserva Provincial Islote Lobos, ubicado a 70 kilómetros al sur de Las Grutas. Cuando baja la marea es posible llegar caminando a pocos metros de los nidos de pingüinos y gaviotas luego de surcar caminos de ripio y abrir y cerrar varias tranqueras, ya que el lugar se encuentra dentro de un campo privado. La llave para llegar a la pingüinera la tiene Desert Tracks, empresa de excursiones de Las Grutas que tiene la exclusividad.

La excursión tiene una duración de ocho a nueve horas y se parte en un minibús equipado con aire acondicionado. El recorrido se inicia a las 9 de la mañana con un rico desayuno abordo. El circuito toma rumbo sur por la ruta nacional 3 visitando parte de la localidad de Sierra Grande, sede de la mina de hierro más grande de la Argentina. Tras una breve parada en esa ciudad, se toma hacia el este por una ruta provincial que lleva a Playas Doradas. Pronto la ruta se hace de ripio y antes de Playas Doradas se accede al campo. El camino se transforma en huella y el paisaje es agreste, dominado por jarillas, arbusto patagónico. Entre historias contadas por el guía sobre desiertos y ferrocarriles, el acceso al campo colindante con la reserva se hace ameno hasta alcanzar la huella que permitirá acceder a La Pastosa cuando la marea está baja.
Mientras tanto, el fuego ya está prendido en el casco de estancia y un rico cordero al asador esperará al grupo tras el avistamiento y la caminata. La playa y el espartillar permiten ver un poco mas cerca de la costa restos de una ballena que dejó sus huesos como reliquia, o algún pequeño lobo marino que se perdió entre las corrientes marinas y terminó sus días en la playa, depositado por la marea. El grupo no debe superar los 20 turistas, quienes son debidamente adiestrados a la hora de pensar en la protección y cuidado de uno de los lugares mas remotos y vírgenes del planeta.
El islote no muestra más que la botánica que se ve desde la costa, y tras una caminata de algo más de dos kilómetros sorteando rocas y pequeñas algas y cangrejos se bordea la isla y... ¡Sorpresa! De cara al océano aparecen cientos (los hay por miles pero es imposible verlos a todos) de pingüinos, los nidos y los pichones, y fluyen así las emociones, las fotografías y los videos. Las rocas todavía mojadas por la última marea brillan bajo el sol y la mirada curiosa de una colonia de lobos marinos observa el paso lento y silencioso del grupo.

Cientos de gaviotas, gaviotines y ostreros parecen dar la bienvenida al grupo que no para de tomar fotografías. Solo el graznido de las aves y el rumor del mar reemplazan las palabras, innecesarias a la hora de hacerse cómplice de la naturaleza. Por poco tiempo el grupo de “investigadores” se siente parte de alguna expedición de la National Geografic o de algún documental de Animal Planet. Después de una hora de contemplar en silencio este premio magno propiciado por la naturaleza, se emprende el regreso con una linda sensación y una exquisita recompensa espera en tierra firme, apenas termina la playa.
Afortunados
Agua y gaseosas bien frescas, una ligera entrada de fiambres y pan casero y el cordero patagónico son una buena compañía junto al fogón donde la vida de campo se alterna con historias de la Patagonia, y tal vez alguna guitarreada forjada a punta del buen vino que nunca falta entre los que ya se sienten amigos. Para los santafesinos Danilo y Olga, un matrimonio que suele viajar por todo el mundo y llegar a los lugares más recónditos luego de elegir a dedo el destino en un mapa, la experiencia “será inolvidable”, dijeron. Javier y Silvia, oriundos de la localidad de Pérez eligieron la excursión para ahorrarse poco menos de mil kilómetros en ir hasta la Península Valdés “para ver lo mismo que acá”, señalaron.
Silvana y Marcelo, docente y abogado de Villa Cañás, visitaron Las Grutas por primera vez y acompañados por sus hijos Caterina, Selene y Alejo, no salían de su asombro por haber estado tan cerca de los simpáticos pingüinos y hasta de los lobos marinos. Alberto y Nora, de la bonaerense ciudad de Merlo, tres rosarinas y el guía Fernando completaron el grupo que, después del café y algo dulce, mientras la mayoría chequeaba la calidad de las fotos, emprendió el regreso a Las Grutas. Algo cansados por la caminata, con el estómago lleno y con la emoción de pensar que estuvieron en un lugar de la Tierra al que muy pocas personas pueden llegar. Más información en www.deserttracks.com.ar